Nakba, que en árabe significa «catástrofe» y que se conmemora cada 15 de mayo, remite a la expulsión por la fuerza y éxodo de la población autóctona palestina entre junio de 1946 y mayo de 1948 como consecuencia de la Guerra árabe-israelí que llevó a la creación del estado de Israel.
En la presentación del libro “Nakba – Palestina, 1948, y los reclamos de la memoria”, compilado por Ahmad H. Saadi y Lila Abu-Lughod, con prólogo argentino de Karina Bidaseca y editado por CLACSO, Editorial Canaán y la Embajada del Estado de Palestina en la República Argentina en 2017, explica que “la guerra de 1948 que condujo a la creación del Estado de Israel tuvo como consecuencia también la devastación de la sociedad palestina. Por lo menos el 80 por ciento de los palestinos que vivían en la parte más grande de Palestina sobre la cual se estableció Israel –más del 77% del territorio palestino– pasaron a ser refugiados. Su destino dependía de las decisiones de los políticos de los países a los cuales ellos huyeron o burócratas de las agencias internacionales. La minoría de los palestinos –en cualquier parte de 60.000 a 156.000, según las fuentes–, quienes quedaron detrás, pasaron a ser ciudadanos nominales del recién establecido Estado judío, sujetos a un sistema separado de la administración militar de un gobierno que también confiscó el grueso de sus tierras.”
En el libro “Nakba – Palestina, 1948, y los reclamos de la memoria”, se explica que, “para los palestinos, la guerra de 1948 condujo por cierto a una ‘catástrofe’. Una sociedad desintegrada, un pueblo disperso, y una vida comunitaria compleja e históricamente cambiante pero asegurada, fue terminada violentamente. La Nakba ha pasado a ser, entonces, tanto para la memoria como para la historia palestina, la línea de demarcación entre dos períodos cualitativamente opuestos. Después de 1948, las vidas de los palestinos a nivel individual, comunitario y nacional fueron cambiadas dramática e irreversiblemente. Sin embargo, esta destrucción de la sociedad palestina fue eclipsada por la fuerte presencia de lo que internacionalmente se representó y se entendió como un nacimiento o renacimiento. La dialéctica muerte-renacimiento, una concepción filosófica con enorme apoyo en el pensamiento religioso y secular occidental se aplicó al pueblo judío. La guerra de 1948 que condujo a la creación del Estado de Israel se realizó para simbolizar su renacimiento una década después de su persecución en Europa y su sujeción al genocidio nazi. La creación de Israel se representó –y a veces se concibió– como un acto de restitución que resolvía esta dialéctica, sacando lo bueno de lo malo. Los palestinos fueron excluídos del despliegue de esta historia. Su catástrofe no fue tenida en consideración o se redujo a una cuestión de refugiados desafortunados, semejantes a los muchos millones alrededor del mundo aquéllos que deambulaban por Europa luego del fin de la segunda guerra mundial…”
Libro en PDF: Nakba – Palestina, 1948, y los reclamos de la memoria
Fuente: CLACSO